04 agosto, 2003

ARCHIVO ITELMAN


ARCHIVO ITELMAN
Textos de Ana Itelman
Notas y edición: Rubén Szuchmacher
Eudeba
Buenos Aires, 2002
188 páginas


EL ARCHIVO ITELMAN
En el año 1992 gané la Beca Antorchas para hacer un trabajo sobre Ana Itelman. Había presentado un proyecto movido por el deseo de hacer un homenaje a esta creadora que había muerto tres años antes. Me puse en contacto con la familia Itelman, que me dio la posibilidad de acceder al archivo personal de Ana. Trabajando con el mismo, tuve la pretensión de escribir un libro sobre su vida y su obra. Por haber sido su colaborador durante los últimos años de su vida, creí que el conocimiento que tenía de ella me permitiría rearmar y transformar todo eso en una historia de vida, a partir de fragmentos que se hallaban en el archivo y de los testimonios de quienes trabajaron o la conocieron. A medida que avanzaba en el trabajo de desciframiento de los diversos papeles, fotos, programas de teatros, etc., que iba hallando en unas cajas en las que Ana había ido guardando todos sus materiales, me fui dando cuenta de la imposibilidad de esa biografía, por lo inabarcable. Sin embargo, la aparición de textos escritos por ella misma me fueron indicando que el mejor homenaje, ése que en mi condición de discípulo pretendía, era el de dar a conocer precisamente esos escritos. Que en esos textos que aquí se presentan por primera vez de manera ordenada, se encuentra el mejor homenaje.

Como pocas personas en el campo de la danza, Itelman llevó un registro de sus actividades como así también una escritura de su pensamiento sobre la problemática de la danza moderna. Habiendo sido parte del movimiento fundador de quienes comenzaron a cambiar el panorama de la danza en nuestro país en los años 40, Itelman debió haber creído tener la responsabilidad de dar testimonio, también de manera teórica, de ese nuevo arte que se difundía en la Argentina.

Hoy la danza moderna y contemporánea está completamente integrada al panorama artístico de nuestra sociedad, a pesar de las dificultades que aún tienen los artistas de la danza para desarrollar sus actividades. Pero si nos remontamos a mediados de los años 40, podremos imaginar, tal vez, el grado de resistencia que aquellos artistas tuvieron para poder llevar adelante su arte que surgía con fuerza de vanguardia. A la danza clásica, establecida y aceptada, se le oponía un grupo de bailarines y coreógrafos (mujeres principalmente) que liberaban sus cuerpos de los códigos del ballet para tomar las influencias que llegaban (o que habían ido a buscar) de países como Estados Unidos a través de las enseñanzas de Martha Graham, Doris Humphrey, etc. o de Alemania, que había dado a la gran Mary Wigmann y sus discípulos. Estos jóvenes de aquel tiempo dieron la base para el desarrollo posterior de la danza moderna. Ana Itelman tuvo un rol absolutamente protagónico en ese desarrollo a través de sus obra y de sus enseñanzas.

El material legado por Ana Itelman no sólo da cuenta de un seg­mento fundamental de la historia de la danza moderna en la Argentina, sino también de más de cuarenta años de experimentaciones escénicas. Esta mujer de cabellos ro­jos, posee­dora de una fuerza arro­llado­ra y de una imagi­nación sin límite fue una precur­sora del arte contem­porá­neo en nuestro país que tran­sitó el di­fícil camino del creador que per­manen­temente deshace lo rea­lizado en busca de lo desco­noci­do. Por eso, su figura inolvida­ble es un modelo que guía a los artistas de la danza como así también a los del teatro en general.

La publicación de los materiales del Archivo Itelman, que hoy se encuentra depositado en el Archivo del Teatro General San Martín, de la ciudad de Buenos Aires, es un instrumento que seguramente contribuirá a construir la historia de la danza moderna y contemporánea en la Argentina.
(De Archivo Itelman)
Críticas
Radar-Página 12-25 de Mayo 2003
Formas de bailar
por Abel Waisman

En una actualidad urbana donde el cuerpo muchas veces es sinónimo de riesgo, Rubén Szuchmacher se propone rastrear a través de huellas escritas los pasos que Ana Itelman, precursora de la danza contemporánea en la Argentina, dejó para las generaciones futuras.
Ana Itelman nació en Santiago de Chile en 1927. A los dos años viajó con su padre a Buenos Aires, donde realizó sus primeros estudios de danza. Egresó del Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico y en 1945 viajó a Estados Unidos, donde tomó contacto con las fuentes de la danza moderna norteamericana. A los veinte años regresó a la Argentina para dedicarse a la danza como solista en obras propias, creando en los primeros años de las década del cincuenta una escuela de danza moderna en donde se destacó coreografiando para su propio grupo.
Archivo Itelman, producto de una investigación financiada por la Fundación Antorchas, está compuesto por una diversa y extensa cantidad de apartados, entre los que se encuentran los datos para su biografía, las conferencias dictadas en el Bard College, reportajes, cartas, los borradores y una segunda versión de una interesante obra coreográfica o argumento para un ballet que jamas se realizó, hecha a pedido de Astor Piazzolla y basada en “Hombre de la esquina rosada” de Borges, y también una selección de sus primeros textos entre los que se destacan “El significado de las danzas modernas” y “Danza en los Estados Unidos. Los teams o grupos”. Aquí Itelman se pregunta por qué ya no satisface del todo al publico el ballet clásico o por qué aún no han llegado al público en general las danzas modernas.
Para dar una respuesta a esos interrogantes, propone un conjunto de rasgos diferenciales para la danza moderna y la clásica. Para Itelman, la actitud clásica es esencialmente impersonal porque presenta en escena movimientos concebidos por otra persona: el coreógrafo. “Los temas danzados se alejan de la realidad. No existen, en principio, destellos de emociones humanas. Se baila La bella durmiente del bosque, Hojas de otoño, La hija del Danubio, La muñeca hada, etc. En la actualidad dichos títulos, impregnados de fantasía, se ven desplazados por otros como Atavismos, Un extraño funeral americano, Huelga, trabajo y juego.” El solo hecho de nombrar estos títulos es para Itelman una muestra del enorme salto dado por el arte de la danza moderna, que proclama esencialmente la libertad del artista. Dicho con palabras de Martha Graham: “Es necesario que haya algo que necesite ser bailado”.
De esto también se desprende el compromiso de Itelman: es el sentido realista de la danza lo que brindaría un medio altamente eficaz para manifestar lo que una generación desea transmitir en su presente. A diferencia de las raíces tradicionalistas del ballet clásico, en donde los “balletómanos” se sienten cómodos ante tales espectáculos porque ven en ellos el reflejo de su cultura, los aficionados a la danza moderna son para Ana Itelman aquellos que quieren ver reflejada la vida y las experiencias “actuales”. O, como dice Martha Graham en otro momento: “No quiero ser un árbol, una flor o una ola cuando danzo. No quiero imitar la naturaleza, ni ser una exótica criatura de otro planeta: quiero ser yo misma, algo del milagro que es el ser humano nervioso, disciplinado y concentrado”.


La Nación-Suplemento cultural-10 de agosto de 2003
La dama de la danza
por Fernando López

En un medio en el que no se suele prestar demasiada atención a la preservación del patrimonio cultural, no cabe sino celebrar la aparición de este Archivo Itelman debido a la dedicación, el esfuerzo, la perseverancia y la devoción de Rubén Szuchmacher. Estrecho colaborador de la coreógrafa y bailarina en los últimos años de la vida de ésta, el autor emprendió la tarea a modo de homenaje con el propósito de componer una biografía de la artista fallecida en 1989. Pero a medida que indagaba en los documentos del archivo personal de Itelman, de los que extraería el material para intentar un retrato de su personalidad, su trayectoria artística, su pensamiento y su obra -y al que también contribuiría el testimonio de quienes la conocieron o trabajaron con ella-, cayó en la cuenta de que si por una parte la empresa le resultaría imposible por "inabarcable", por otra, el rico material que tenía entre manos le estaba señalando el camino por seguir. A esa lucidez se debe este libro que ordena escritos de una creadora en quien era constante la reflexión sobre su disciplina artística en general y sobre la problemática de la danza moderna en particular, terreno en el que tuvo un papel protagónico como parte del movimiento que transformó el panorama de la danza en la Argentina desde los años cuarenta. Entre papeles, fotos, recortes, apuntes sueltos, manuscritos, cuadernos, agendas y carpetas debió afanarse Szuchmacher para seleccionar y ordenar aquellos textos que mejor contribuyeran a exponer el pensamiento de Itelman, sus proposiciones teóricas y su filosofía artística y al mismo tiempo dejaran testimonio de más de cuarenta años de experimentación escénica. Más allá de que se coincida con las teorías de Itelman o se sostengan opiniones divergentes, el legado es, obviamente, invalorable para bailarines y coreógrafos (el volumen incluye sus lineamientos para un curso de composición), así como para todos los que desde distintas funciones se hallan comprometidos con la experiencia teatral. Pero no sólo ellos encontrarán motivos de interés en muchas páginas, entre ellas las que reproducen las conferencias que Itelman pronunció en el Bard College, cerca de Nueva York, donde fue profesora asociada y directora del departamento de danza, los comentarios críticos que escribió para Criterio y otras publicaciones, los ilustrativos fragmentos de algunos de los muchos reportajes que concedió y las tres versiones de "El hombre de la esquina rosada", espectáculo que nunca se realizó aunque de ella resultó una obra musical compuesta por Astor Piazzolla y con letras de Borges. Szuchmacher sintetiza en sus "Datos para una biografía" la extensa y múltiple trayectoria de Ana Itelman, desde sus tempranas apariciones como bailarina en Buenos Aires, donde cursó sus primeros estudios (había nacido en Santiago, Chile, en 1927), y su vinculación, ya adolescente, con Martha Graham y otros creadores de la danza moderna en los Estados Unidos, hasta su extensa labor como coreógrafa en ámbitos diversos, tanto en el país del Norte como entre nosotros. Una serie de fichas técnicas, incluidas al final del libro, recuperan títulos que hablan por sí mismos del sustancial aporte hecho al desarrollo de la danza en nuestro medio por la artista a quien Borges se refirió en estos términos, reproducidos en el epígrafe: "Ana Itelman es una bailarina notable puesto que sus colegas la odian y la encuentran antipática, pero le reconocen el genio que no pueden negarle. Cuando uno se topa con el genio, hay que resignarse a él".
TXT-26 de junio de 2003
Archivo Itelman
por Ana Durán
"No quisiera tener que apuntarlo, pero la actuación de Alfredo Alaria y su grupo en el Casino fue un mediocre espectáculo revisteril. Este joven nos debe una explicación", escribió Ana Itelman en su faceta poco conocida de crítica de danza, allá por febrero de 1953, en la revista Criterio. El pasaje no está tomado al azar. Es también la marca y signo de una personalidad de mujer sin medias tintas, de una cultura poco común, capaz de tomar cursos con Emilio Pettoruti, actuación con Lee Strasberg o dirección de televisión en Nueva York. Archivo Itelman es le producto de diez años de investigación y recopilación del material cuidadosamente dejado a la posteridad por esta bailarina, actriz, docente, coreógrafa y teórica de la danza: textos publicados en diferentes medios - algunos sentaron las bases de la danza moderna a la manera de los manifiestos-. dos borradores de la no estrenada versión de El hombre de la esquina rosada, el texto escénico de Fedra - obra que se intentó prohibir bajo la dictadura de Levingston- y fragmentos de su pensamiento reflexivo aparecido en diferentes reportajes y notas. Rubén Szuchmacher completó así el primer material bibliográfico realizado sobre la coreógrafa más renombrada que tuvo este país tan afecto al olvido. Y, además, un libro que bien leído permite transitar por el bajo fondo del pensamiento complejo de esta mujer que allá por 1989 decidió no enfrentar la vejez.